Estoy viendo las fotos del evento en el que se colocaba la primera piedra del IKEA de Valladolid. Menuda jarfia se podía ver. Todos gordos como castrones. La gran mayoría no han movido un pelo por luchar por que IKEA se instale en pucela, pero ahora todos quieren salir en la foto. Qué corrida a escobazos les daba. Eso sí, seguro que después del evento arroyano todos departieron amistosamente en algún buen restaurante cercano (o lejano, mientras sea caro) moviendo bien el mostacho. Pronto habrá elecciones, y había que estar ahí, que si no luego no hay de qué fardar a la hora de arengar a los ignorantes que alimentan sus almas en los mítines electorales. Por cierto, alguno parecía sacado de la aldea más profunda de la más oscura Castilla: menudos colores de chaquetas se gastaban. Ni Georgie Dann en sus mejores tiempos lo igualaría. Seguramente zapatos de rejilla, pantalones de tergal, calcetines beige acrílicos y palillo entre los labios completarían el uniforme.
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